pixel

Sigüenza a ojos cerrados

O cuando la rosa de los vientos de una ciudad histórica son los cuatro puntos de sus campanarios, los que guían a quien cruza la vida con los ojos del alma.

-Entonces, me dices que esta plaza, la Mayor, fue trazada y a lo largo, algo empinada, por el Cardenal Mendoza, nada menos, en tiempos de su episcopado.

-Como lo oyes, y plaza del mercado fue, y calle mayor arriba, por donde empezamos a subir, a un lado y a otro portalones señoriales. Y a la mano derecha tiran dos calles, travesañas las llamamos, que cruzan la ciudad a lo ancho y aún quedan rasgos de aquellas tiendas judías que despacharon de todo por una ventana baja.

-Lo huelo, a fresco que sale del portal, ¿a verdura? De la vega del Henares tiene que ser.

-Quizá. Y a cuero, y a barro y a vidrio, y a fragua; hasta a tinte podrás oler, que algo queda. De todo eso se despachaba porque aquí se hacía. Las ciudades se arman con todo lo que fue, lo menor y lo cardenalicio.

-Huelo y oigo. Escucho… dulzainas parecen, y tamboriles seguro.

-Cierto, es día de fiesta, medieval. Y en adelante otras, campanillo y fuegos de artificio por San Roque, y bandurrias y zambombas por Navidad, y gaitas por San Vicente y, muy en silencio, el paso de los que llaman “armaos” por Semana Santa. El silencio, largos días, también se oye; en cada pisada. 

-A asado huelo ahora, es mediodía. De cabrito parece, y alguna yerba. Va siendo hora de sentarse, si te parece.

-Vamos.

Entonces se acomodan los dos en una mesa que se han ganado. Ella, feliz de acoger a su amigo en la ciudad en que nació, hace más de cincuenta. Él, no menos, por lo que todavía le aguarda hasta que salga el tren de las ocho, campanillo de las Clarisas de por medio. Pliega su bastón blanco y lo deja en una silla vecina. Pero no se quita sus gafas oscuras, para que ella le siga viendo como antes del accidente. Ya de vuelta a Madrid va recordando, a la perfección, cada paso por esta ciudad, pura Castilla, donde el ciego nunca lo es. Y aunque no lo siente, siente que el sol se va poniendo.

Javier Sanz
Académico de Número Real Academia Nacional de Medicina

Letras Vivas