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Fue en abril

La primera vez que vi esta hermosa ciudad no podía dejar de admirar lo que contemplaban mis ojos. Una hermosa Catedral, similar a una fortaleza con sus torres almenadas, me daba la bienvenida. Estaba rodeada de un bonito caserío que se elevaba silencioso hacia una pequeña colina, la cual estaba coronada por un antiguo castillo bastante ruinoso.

Era el año 1862. Las gentes del lugar me miraban muy sorprendidos, ya que la mayoría nunca me habían visto. Entré lentamente por la parte baja de la ciudad, y paré muy cerca del rio Henares. Entonces sus aguas eran cristalinas y, probablemente, tan frías como en la actualidad.

Desde entonces he visto muchas cosas y he visto a muchas personas. Cuando llegaban, la gran mayoría, lo hacían  contentas y cuando se iban sus semblantes estaban tristes.

Siempre me he preguntado que tenía esta hermosa ciudad para que atrapara a la gente de esa manera. Pero nunca he podido subir por, lo que parecían, hermosas calles para poder averiguarlo. Siempre he hecho el mismo recorrido desde hace ya casi 160 años. Eso sí; he podido escuchar a todas las personas que he conocido en este largo tiempo. Hablaban de la belleza de su catedral, de una hermosa estatua de alabastro que guarda en su interior y que, por lo visto, lleva siglos leyendo. Hablaban de sus coloridas y divertidas fiestas del verano, cuando yo veía llegar a muchísimas más personas que durante el invierno. Comentaban los paseos por una hermosa Alameda y por un bello pinar. De las bellas iglesias de San Vicente, Santa María, Nuestra Señora de los Huertos… ¡Tantas cosas que me hubiese gustado poder contemplar yo mismo y disfrutarlas!

Pasados ya muchos años la gente comentaba sobre el arreglo del enorme castillo, iban a convertirlo en un Parador Nacional de Turismo. Fui viendo como progresaban las obras, al mismo tiempo que lo hacían también muchos otros edificios que se convertirían en viviendas. Eran años prósperos, porque, lamentablemente, también he visto cosas muy tristes. Pero de eso no quiero hablar.

Quiero hablar de una de las ciudades más bonitas de la geografía española, y he visitado la gran mayoría.

Hablar de sus colores; de ese azul tan limpio de su cielo castellano, de ese ocre rojizo de sus piedras las cuales toman esa tonalidad gris violeta con la lluvia y el paisaje cambia por completo. Del verde de su Alameda, del oro de sus campos. De sus noches estrelladas, de sus fríos amaneceres, de sus hermosas puestas de sol donde los colores son infinitos. Y de la belleza de sus gentes, de su hospitalidad y de su sencillez.

Quiero poder recorrerme Sigüenza a pie, porque hasta ahora solo lo he hecho sobre dos railes. Porque yo… solo soy un tren.

Sonsoles Arcones

Letras Vivas