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Emilia Pardo Bazán, Semana Santa en Sigüenza

La biografía y obra de la coruñesa Emilia Pardo Bazán son extraordinarias. Nace en 1851 en una familia aristócrata de corte liberal, lo que le permitirá recibir una educación nada habitual para las mujeres de su época.

Escritora de novela, teatro, cuentos y poesía, profesora, traductora, cronista de viajes y conferenciante, destacará también por su intensa labor periodística. Pionera y feminista, trabajadora incansable, apasionada, contradictoria, libre e irónica, jamás aceptó los férreos límites que la sociedad de su tiempo imponía al desarrollo de las mujeres. Posiblemente no hubo en la época otro personaje femenino que llegase a alcanzar su inmensa influencia y notoriedad intelectual.

De sus frecuentes viajes por España y Europa nacerán multitud de crónicas. «Yo no escribo guías; voy a donde me lleva mi capricho, a lo que excita mi fantasía, al señuelo de lo que distingue a una población entre las demás», afirmaba. (Pardo Bazán, “Por la España Pintoresca” 1895)

Descubrí la existencia de “MI SEMANA SANTA. Alcalá-Guadalajara-Sigüenza” (Nuevo Teatro Crítico, Año I, Mayo 1891) gracias al estupendo artículo de Javier Davara: “Una Periodista en Sigüenza. Emilia Pardo Bazán” (Anales Seguntinos, Vol. 6, núm. 18 -2002), que me llevó a leer el original. Desde entonces suelo imaginar que paseo por mi ciudad pisando las huellas de la escritora, compartiendo con ella algo más que nuestro origen gallego y el amor por Marineda.

La crónica del viaje Alcalá-Guadalajara-Sigüenza la comienza alabando la calidad de sus fondas frente a las que había padecido en Toledo: “… son muy aceptables y sirven comida sana y excelente. No traigo de ellas la terrible impresión, que jamás se me borrará, de cuatro días toledanos, pasados con anguilas de río y anguilas de mazapán, sin otro alimento que ayudase a conllevar tan extraña penitencia”.

Reconocerán el alojamiento al que se refiere a su llegada a Sigüenza: “El alcalde, persona muy cortés, nos esperaba en la estación, y nos dejó instalados en la fonda que se eleva a espaldas de la estación misma, y que contra todos mis informes es cómoda y limpia hasta un punto sorprendente”.

De la catedral destaca su recogimiento, severidad y nobleza, pero lo que realmente le admira es la estatua del “caballero mozo… Recostado en posición tan natural como señoril, sostiene en las manos un libro”… “Postura, talante, rostro, cuerpo, todo es gentil, delicado, soñador”.

Se marchó de Sigüenza en el tren de las cuatro y media, enamorada del Doncel y elogiando el simpático carácter del Obispo.

María Teresa Franco Bañobre
Concejala de Sigüenza
Diputada provincial de Cultura

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