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Sigüenza y sus emociones

La ciudad medieval alberga la magia del pasado, en sus callejones aún se respira el ambiente de aquel milenio. Todavía se puede escuchar a los comerciantes gritar los precios de sus productos, a las mujeres charlando, a los niños jugueteando. Esa tradición se ha conservado hasta la actualidad. 

La monumental catedral conserva el catolicismo típico del campo castellano, ecléctica en su estilo arquitectónico, refugio para las almas y los ojos curiosos amantes del arte. Escondidos entre sus sillares se encuentran susurros escultóricos. Y las figuras religiosas conservan entre sí cuando sus visitantes se ausentan. 

El imponente castillo medieval protege al pueblo desde su altura. Las banderas ondeantes danzan al compás del viento, parece oírse el choque de las armaduras de hierro de aquellos caballeros listos para la batalla. 

La Plaza Mayor, con perfecta construcción renacentista, guarda el corazón de Sigüenza. El ayuntamiento, la catedral, los bares… todo está lleno de vida. 

Sus fiestas, cargadas de folclore, encantan a quienes las disfrutan. Aquellos bailes, la Semana Santa, la verbena de San Juan. 

El día a día en el pueblo es tranquilo y acogedor. Los restaurantes abren sus puertas a sus visitantes quienes pueden degustar la deliciosa gastronomía de la localidad, los tradicionales platos del paladar castellano. 

En suma, el lugar recoge el contraste entre el pasado y el presente, la belleza de ambos mundos, resultando encantador. 

Prado Fernández Sevilla
Estudiante de Bachillerato

Letras Vivas