Alberto Manguel, en su delicioso texto Historia de la lectura, escribe que hay libros que exigen una gestualidad precisa de lectura. Con esta reflexión nos acercamos a una de las imágenes más icónicas de la catedral de Sigüenza: el sepulcro de Martín Vázquez de Arce, situado en la capilla familiar de santa Catalina.
Una magnifica obra tumular, realizada en los últimos años del siglo XV, para conmemorar la vida y la muerte del joven Arce fallecido, según recoge la inscripción de la nacela, a la edad de 25 años en la guerra de Granada. Y, de este modo, el sentimiento de melancolía por la juventud del óbito se mezcla con la memoria histórica de un conflicto nodular durante el reinado de los Reyes Católicos. Una contienda significada en la armadura de Martín con el preciso cincelado de la cota de mallas, el peto de la coraza, el capacete de cuero de la cabeza o las placas de los escarpines de los pies. Una guerra referenciada, además, en la inscripción dispuesta al fondo del arcosolio con la datación de la muerte del caballero santiaguista en el año de la conquista de importantes ciudades del reino de Granada (Loja, Yllora, Moclín y Montefrío), bajo las huestes del duque del Infantado.
Pero Martín no combate, sólo detiene su mirada en el pequeño libro que tiene entre las manos; mientras, recostado sobre su brazo, apoya su cuerpo en una alfombra perfectamente tallada. Y este gesto, entre el enfrascamiento en la lectura y el relajamiento postural, otorga una poderosa personalidad a la obra y, asimismo, puede proporcionarnos un nuevo acercamiento a la célebre escultura tardogótica.
El pequeño tamaño del libro que sujeta Martín podría sugerir su asociación con un texto de oración, particularmente con un libro de horas, auténtico best seller empleado para la devoción individual (devotio moderna); pero la postura del noble castellano contradice esta hipótesis. Textos literarios, devocionales y cláusulas contractuales de la época detallan cómo debía realizarse la práctica de “hacer las horas”, a saber, rictus contenido, compostura corporal y ademán devoto en las manos. Una caracterización que se tradujo, de modo mayoritario, en el representación del comitente arrodillado con las manos juntas ante un reclinatorio convertido en atril de su texto devocional. Ciertamente, la pose de Martín no se acomoda a los cánones exigibles en este tipo de lecturas.
Los textos de la época, sin embargo, pueden ofrecernos otra posibilidad interpretativa. En diferentes ocasiones, promueven la conveniencia de la lectura de textos de carácter histórico. Se invoca su carácter formativo, valor instructor y su lección moral en base al carácter ejemplar de los protagonistas glosados. Lo particular desde nuestro punto de vista es que, en algún caso, estas recomendaciones incluyen la gestualidad lectora exhibida en estas prácticas: “tumbado encima de una tela, reclinado sobre el codo”.
¿Qué lee el joven Martín? La ausencia de grafías en el libro que porta el noble no ayuda a despejar la incógnita; mas su gesto corporal, el contenido de las inscripciones y la particularidad de su atrezo militar nos sugiere una cercanía a la lectura histórica, a las “fazañas pasadas” mencionadas en relatos de la época. Unas “fazañas” como preámbulo y metáfora de las contiendas contemporáneas en las que tan activamente había participado el caballero de la orden de Santiago. Unos sucesos que, como última coda, se concretan en la pintura del luneto del arcosolio catedralicio con la imagen verosímil de la fachada de la catedral de Sigüenza como fondo de una secuencia de tono pasionista.
Olga Pérez Monzón
Universidad Complutense de Madrid